La elegancia simple es el sello del sofá de dos plazas D51-2 de 1922/23. También se podría decir: una actitud prácticamente sin concesiones. Estructurado a la perfección, no tiene otro propósito que el de sentar a dos o tres personas. Los detalles marcan el diseño: las esquinas redondeadas rodean con desenvoltura a la persona que se sienta, las patas están colocadas a horcajadas, lo que les da un aspecto casi humano. Los elementos individuales parecen estar alineados como por una regla. El sofá y su respaldo crean un claro ritmo en la habitación, que se ve amplificado por los tejidos de la tapicería. En lugar de hundirse en lujosos cojines, uno se apoya en elementos planos de la tapicería que podrían ser piezas flotantes del tipo favorecido por los artistas constructivistas. Gropius no sólo supo expresar la agitación creativa de la época en el diseño, sino que también creó un marco conceptual para ello.
Compuesta por una silla y un sofá de dos plazas, la colección estaba destinada al vestíbulo de la fábrica Fagus, donde Gropius abrió de par en par las puertas de la modernidad. "En su eterna curiosidad, el hombre aprendió a diseccionar su mundo con el bisturí del científico, y en el proceso ha perdido su equilibrio y su sentido de la unidad", creía el arquitecto, y creó un icono arquitectónico integrador.
Con el paso del tiempo, esta historia se entrelazó con la de Tecta. Axel Bruchhäuser, socio de la empresa desde 1972 y testigo importante de la generación de la Bauhaus, recuerda: "Nos sentamos en el vestíbulo en sillas de Walter Gropius, de las que los propietarios no sabían nada.
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