Este candelabro mezcla hábilmente varios motivos e influencias de los grandes orfebres del siglo XVIII.
Por un lado, el espejo, que recuerda la evolución de la iluminación de la época. En efecto, los brazos de luz se imponen a principios del siglo XVIII debido a los cambios arquitectónicos. Las repisas de las chimeneas tienen estantes inferiores rematados con espejos, los brazos se colocan entonces en marcos para reflejar la luz.
Además, los lazos, los adornos florales y las guirnaldas de plantas eran motivos muy populares en la época. Se pueden encontrar en los platos del ornamentalista Pierre-Gabriel Berthault en el Museo del Louvre.
De un cuenco con un ramo de plantas surgen dos hileras de brazos ligeros. La primera, de tres brazos, está compuesta por guirnaldas que sostienen copas y mechas en forma de capullos florales.
El segundo, más vegetal, con dos brazos, imita dos tallos de follaje cuyos extremos floridos ocultan una mecha.
El conjunto está coronado por un espejo ovalado, a su vez rematado por un nudo cuyas curvas se hacen eco de la distribución de los brazos.
El conjunto es un ejemplo perfecto del estilo de transición, que mezcla los ornamentos florales de rocaille con la simetría antiquisita de finales de siglo.
Podemos comparar este aplique con el que lleva un espejo en el Museo Bonaparte de Ajaccio, que data del siglo XVIII.
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