Recuerdo que fui al estudio de Magistretti para hablar con él sobre el diseño de un nuevo mango. Sentados alrededor de una gran mesa que ocupaba prácticamente toda la habitación, esbozó la Sibilla ante mis ojos, fijando prácticamente su forma definitiva allí mismo. Su idea era hacer de ella un objeto ergonómico que también tuviera brío. Mientras describía lo interesante que le parecía la forma de un hueso, dibujaba uno sin parar.
Poco después, empezó a cavilar sobre cómo podría expresarse el efecto dinámico que deseaba obtener para el mango cortando las dos extremidades. Como no eran simétricas, los cortes debían tener inclinaciones diferentes.
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