Os vamos a confesar un secreto: las tallas de los leones no formaban parte del diseño original. Sabíamos que el mueble era espectacular, que la elección del blanco y el negro lo teñían del antiguo glamour de Hollywood, que las teclas del piano introducían a una gran orquesta, que los rombos seducían como auténticos dandis, que el conjunto resplandecía como una gran figura del cine mudo. Y sin embargo, no estábamos satisfechos. Hasta que recordamos la Metro-Goldwyn-Meyer y su ilustre imagen. Y al añadir esas cabezas de leones, por fin tuvimos la sensación de un proceso concluido y listo para ser compartido.