El pie central de esta mesa evoca el movimiento de las olas en su sempiterno devenir. Y el sobre de cristal, con los bordes troquelados en sinuosas curvas, nos sugiere la quietud inmóvil del siempre cambiante océano bajo su superficie. La decoración final es un serpenteante mapa dibujado en los meandros de sus contornos como si de una acuarela se tratara.