Buscaba un proyecto que fuera camaleónico, en todos los sentidos. Modular, con una dimensión que pudiera crecer, idealmente, hasta el infinito. Y, al mismo tiempo, también quería un sofá sencillo, tradicional, de dos o tres plazas.
Indiscutiblemente cómodo, mullido. Igualmente adecuado para entornos de negocios o para nuestros salones. Y para todos los lugares que habitamos hoy en día, donde las funciones se solapan de forma natural. Un producto que se entiende en cualquier parte del mundo: de Europa al Lejano Oriente. Y, por último, una pieza construida mediante un proceso de fabricación sencillo pero inteligente.
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