Dharma debe mirarse de frente, una posición desde la que se aprecia el aro perfectamente alineado, a juego con el cabecero, una unión precisa cuyas juntas son casi imposibles de detectar. La línea redondeada del cabecero resalta los colores y texturas de las telas y pieles, contraponiéndose al gran cojín central y a la estructura.
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