En el hogar japonés, uno crece en una atmósfera apacible, tanto en los colores, las líneas de las paredes y la circulación por la casa, como en el papel que desempeña cada objeto. Aquí reina la desconexión con lo material y lo superficial. Uno se satisface con poco y, en particular, con objetos esenciales: es el arte de la sencillez. Aquí, en este sillón reclinable, la belleza mínima se corresponde con la perfección. Los volúmenes se suceden a las funciones, como lo demuestran los lumbares y el reposacabezas. La base se pliega sobre sí misma. Takeuchi lo ha diseñado todo, hasta el más mínimo detalle. Esto nos ha obligado a inventar nuevas técnicas de encolado, sobre todo en lo que respecta al reposacabezas. El acabado, junto con la comodidad, dan fe de la perfección del diseño.
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