Los párpados te pesan, sigues la línea, te sientes hipnotizado: estás delante de una puerta de madera, pero podrías ser un niño y contar los anillos de crecimiento del tronco de un árbol o un apasionado de arte frente a un cuadro impresionista. Ésa es su ventaja: la madera sabe cautivar y transmitir emociones, evocando fuerza, equilibrio y apego a los propios orígenes. Pero no solo eso: decorar con la madera significa utilizar un elemento en el conjunto simple y dinámico. Las vetas naturales o diseñadas vuelven vivas las superficies e inventan juegos de formas originales y envolventes.
Típica o exótica, determinada o sofisticada, la madera se presta continuamente a nuevas interpretaciones: la geometría valoriza las irregularidades del veteado y el resultado tiene un fuerte impacto estético. El calor acogedor de una decoración con madera combina bien con materiales más fríos como el mármol o la piedra.
Eso es el centro de todo, lo demás son detalles.